1. Un día simple en la vida de Mía
Y arrancamos primer día de fragmentos de ángeles, acercándonos más a la fecha de lanzamiento... ¡¡¡QUE EMOCIÓN!!! No daré más información y les dejaré leyendo con tranquilidad sobre una de las primeras personajes que escribí, a la cual quiero con todo mi corazón.
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Mía no era extraña a ser diferente. Ella y su madre eran las únicas personas de color en su pequeña ciudad, eso les ganaba miradas extrañas de sus vecinos claros. Mía todos los días caminaba más de diez minutos hasta llegar a la escuela, siempre cerca de su hermana, Paola. Aunque su madre haya adoptado a Paola antes de que Mía tuviera memoria, ambas se querían como si realmente tuvieran la misma madre.
Mía y Paola caminaban por su pueblo mientras el sol se alzaba, los comercios abrían con la gran estrella, música matutina relajante sonaba por doquier. Ambas platicaban de sus planes en la escuela mientras familias se despedían, jóvenes caminando hacia la escuela al igual que ellas. Aunque Paola se parecía más a los alumnos del pueblo, Mía era la que recibía los saludos, regresándolos cordialmente.
Las dos chicas llegaron a su escuela unos minutos antes de que suene el timbre, separándose con un pequeño abrazo. Mía acomodó sus libros para su primera clase, Historia con la maestra loca. Genial, otro hermoso lunes pensó rodando los ojos mientras caminaba con un cuaderno, un libro y unos cuantos lápices. Entró justo cuando sonó el timbre, tomando su lugar al frente en la izquierda, lo más lejos posible de su maestra.
“Abran sus libros en la página noventa y cinco, regresaremos a la guerra civil” empezó su clase la maestra “Panem, espero que pongas atención, esto vendrá en tu examen de admisión”
“Sí, maestra” Mía intentó dar su mejor cara, pero nunca entendía por qué su maestra estaba tan obsesionada con ella “Veinte años atrás, estalló una revolución desde la ciudad de Portis en la región del sur, peleando con la opresión del norte”
“Bien, en fin, clase, ¿Quién continúa?” La maestra apuntó a un estudiante atrás de ellos “Continua por favor”
Después tres clases que Mía apenas podía recordar, logró encontrarse con Paola en una mesa afuera de la escuela, desayunando un pan especial hecho por su madre, discutiendo las clases que tuvieron, que ocurrió en ellas, si algún compañero hizo algo extraño. Mía no debió de mencionar eso ya que Paola comenzó a soñar en voz alta sobre un compañero en su clase llamado Lucas. Mía escuchaba e incluso aconsejaba a Paola mientras se concentraba en sus propias labores, llenando formularios de viaje y universidades.
El resto de sus clases eran tan aburridas que no tenía ganas ni de recordarlas, solo esperaba a que su última maestra los dejara ir. En los ríos de alumnos desesperados por regresar a sus casas, Mía encontró a Paola en su casillero, organizando sus libros. Ambas caminaron hacia sus hogares platicando sobre las tareas que les habían dejado, Mía se quejó sobre su maestra de historia, pero pasaba a asegurarle a Paola que sería una materia fácil cuando le toque.
La panadería Panem era un lugar mágico en la ciudad, siempre llena, no le permitía a Ruth Panem su madre pasar tanto tiempo con sus hijas. Así que Mía y Paola recurrían a comer lo más rápido posible y bajar a atender la panadería junto a su madre, donde a veces Paola se tomaría un pequeño descanso y caminaría por el bosque. Ese día, Mía reconoció a varios compañeros suyos de clase, el último en entrar, fue un amigo suyo, Lucas.
“Lucas” Mía saludó con gusto mientras el chico de cabello negro entraba a la panadería “Lo de siempre?”
“Por favor, tengo mucha prisa” dijo intentando ocultar el miedo que sentía.
“Claro” Mía fue al estante más cercano donde la especialidad de la panadería, un delicioso pan dulce cubierto con una costra de azúcar y chocolate de relleno. Lo metió en una pequeña bolsa de papel y fue hacia Lucas.
“¿Mucha tarea?” preguntó ella poniendo la bolsa enfrente de él “Cinco projias”
Él sacó unas pequeñas piedras amarillas y pagó “Algo así podría llamarlo” tomó el pan “¿Y tu aplicación a la universidad de Portnarm?”
“Todo bien con eso, en unos días lo mandaré”
“Crees que logres ir?”
“Eso espero, aunque si llego a ir, extrañaré mucho a mi madre y Paola”
“Pensaba que estaría aquí” Lucas señaló, Mía notó la ligera decepción en su voz.
“¿Querías que ella te atendiera? ¿Ya no soy suficiente?” juntó los brazos y le dio una mirada molesta. Lucas se quedó callado y Mía rio “Broma, ten, linda tarde”
“Adiós” Lucas tomó su pan y salió por la panadería. Mía notó la silueta de una compañera en la ventana, no podía identificar su rostro porque había mucha gente y no tenía tiempo para invitarla a pasar, segundos después ya se había ido. Y Paola se detuvo en la entrada, agachándose por una nota, la puerta se encontraba abierta y Mía vio como su hermana fruncía el ceño y rompía la nota en varios pedazos.
“¿Qué tenía esa nota?” preguntó Mía “La que acabas de romper”
“Nada, creo que un recibo, estaba dejando suciedad en la entrada” Paola respondió.
“De acuerdo, te toca atender, tengo que hacer tarea” Mía apuntó al mostrador y le dejó a Paola el negocio.
Mía subió, pero lo último que hizo fue hacer tarea, ella ya la había terminado en la escuela. Al entrar a su cuarto, se quitó su collar especial. Al dejar su cuello libre sintió una energía vigorizante recorrer su cuerpo, miró su mano y con suficiente pensamiento, una pequeña flama salió de su palma. Ese era el único secreto que le ha ocultado a su madre y a su hermana. No sabría como explicarle a su madre que podía crear fuego de sus manos.
Lo que Mía no sabía era que no era la única en su pueblo que podía hacerlo.
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