2. Las cuatro mentiras de Lucas
Bienvenidos a la segunda edición de Fragmentos de Ángeles, dónde nos acercamos una semana a la vez, al lanzamiento de Ángeles: La Guerra Celestial y la emoción no me cabe en el cuerpo. Disfruten el fragmento 2/4.
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Lucas salía del bosque a las siete de la mañana. Una hora antes de que sus clases comenzaran. Lo que para una persona común sería agotador, para él era un lunes en la mañana y después de unos meses, ya no le preocupaba.
A él le encantaba Hojia. El pueblo de los humanos era tierno en cierto aspecto. Si se le pudiera eliminar la guerra y la pobreza, Lucas podía llegar a desear ser uno. Sacó el pensamiento de su cabeza al sentir los golpes que le daría su madre si se enterara que solo pensó en eso.
Los negocios abrían con el sol, panaderías que llevaban a la calle principal, sacando sus productos recién horneados, dándole un aroma dulce a la ciudad. Sastrerías y pequeños puestos de comida abrían o se preparaban para hacerlo y el color de las paredes de la ciudad del norte, le daban la ilusión a Lucas de que realmente podría ser feliz si fuera un humano.
En la plaza principal se encontraba la escuela donde atendía junto a todos los jóvenes de Hojia. Reconocía algunas caras de su clase, otras más jóvenes o incluso de la generación superior a él. Unos metros delante de él, notó a una amiga de un año mayor, Mía Panem junto a su hermana, Paola. Mía había peinado sus rizos en un recogido sencillo, mientras su hermana lo tenía todo arriba en un moño rápido, cuyos mechones llegaban a caer en su cara con gracia. Paola reía a algo que le decía Mía, ambas en su propio mundo, y en ese momento Lucas pensó en lo tierna que se veía Paola cuando arrugaba la nariz al reírse.
Haciéndose paso entre el rio de personas que conformaban la escuela, encontró su casillero cerca de los baños y al abrirlo, en la puerta inmediatamente se encontraban cuadernos, libros, su horario y un broche que trajo del bosque que mantenía lo más oculto posible.
Tomando su cuaderno de literatura, se dio vuelta para dirigirse a su salón antes de que toque la campana hasta que escuchó a su mejor amiga llamando su nombre desde lejos.
“¡Lucas!” Regina gritó, mientras caminaba hacia él, todos los alumnos se hacían a los lados, evitándola del miedo que provocaba con solo existir y hacerle miserable la vida a cualquiera que se pusiera en su camino. Lucas era el único digno de recibir su sonrisa.
Lucas abrió los brazos para darle un abrazo. Ella olía a las fragancias más finas que pudiera ofrecer Meudi, incluso traídas desde el sur, no había un día en que Lucas no oliera algo nuevo, hoy, eran flores salvajes del centro.
“Hiciste el análisis de la Oda del Sur?” preguntó Lucas “Con todo eso del trabajo en el bosque, no tuve tiempo” argumentó.
“¿Por qué lo haría?” preguntó Regina, casi ofendida. Al parecer, este sería el inicio de un día difícil. Cuando el maestro entró, pidió los análisis antes de siquiera poner sus cosas en el escritorio. Lucas tuvo que explicarle el porqué de la falta de su trabajo, armó la mejor historia que se acerque a la realidad y eso le ganó un magnifico cero.
Cuando la última clase del primer periodo terminó, Lucas no gastó un segundo más y corrió del salón, encontrándose con Regina mientras anotaba unas cosas en un cuaderno que tenía. Su cabello amarrado en una coleta baja y sus fríos ojos mirando al papel. Cuando levantó la vista para verlo, su mirada se volvió más cálida, al menos una pizca más.
“Tuve que salir temprano, son unas órdenes de mis padres, leyes, todo eso” dijo como si no fuera nada importante “Es lo que ocurre cuando tus padres son poderosos”
“Debe de ser horrible” Lucas bromeó, la segunda mentira de su día “Sigues en una mesa, te vas a cansar si sigues así”
“Mhm” Lucas la tomó de los hombros y la guio por los pasillos dirigiéndose a la cafetería.
Cuando Regina terminó de firmar el último papel, ambos encontraron su propia mesa y comenzaron a platicar, Lucas contó su anécdota sobre su magistral calificación reprobatoria y Regina amenazó en hacer que ese maestro fuera despedido, Lucas la calmó, disuadiéndola de la idea, confiándole que sí era su propia culpa, siendo esa su tercera mentira del día.
Cuando el estomago de Lucas comenzó a retorcerse del hambre, Regina se levantó por la comida que le había sido enviada y partió parte de su pescado para él. Ni siquiera dejándole negarse.
“Debo de regresar antes de que baje el sol al bosque, pero…” Lucas notó que había perdido por completo la atención de su mejor amiga y al seguir su mirada se encontró unas tres mesas adelante, Mía escribía en unas hojas mientras Paola comía un apra y platicaba sin parar, Mía emitía comentarios de vez en vez mientras igualmente firmaba y escribía “Mía es una buena persona”
“¿De qué hablas?” preguntó Regina regresando a la realidad, parpadeando un par de veces.
“Es una amiga mía, su madre tiene una panadería a las afueras de la ciudad, pasó todos los días por algo nuevo, tiene un olor que puedes distinguir desde kilómetros.
“¿Tú crees que yo iría a comprar mi propia comida?” el disgusto de Regina había regresado. Lucas rio internamente y siguió disfrutando de la mitad de la comida de su amiga.
Justo cuando la última clase terminó, Lucas fue el primero en levantarse y salir del salón, guardando sus cuadernos necesarios en su casillero y caminando junto a Regina a una cafetería cercana en la plaza central. Aprovechó a hacer unos pendientes mientras Regina leía un libro que había mandado a traer desde el sur.
“Sabes” Lucas mordió un pedazo de pan “El pan de la panadería Panem está mejor”
Regina bajó su libro de golpe “¿Podrías dejar eso?” dijo algo irritada “No tengo ni idea que quieres decir con todo eso de la panadería Panem”
“Tus padres te quieren mandar a la universidad de Portnam y no te vendría mal conocer a alguien de Hojia cuando estés ahí, podrían intercambiar cartas cuando ella se vaya y aprenderías de como es el sur antes de que llegues, te evitarías errores”
La negación de su amiga cambió a duda “Tal vez podría intentarlo”
Ambos platicaron por horas, Lucas había terminado sus pendientes y el sol comenzaba a descender, marcando el final del día y marcándole a él un pronto castigo si no se movía. Despidiéndose de su amiga, Lucas caminó hacia las afueras del pueblo, dirigiéndose al bosque, pero el aroma mágico de pan, recién horneado, le hizo reevaluar sus prioridades, desviándose a la panadería de una amiga suya.
“Lucas” Mía saludó cordialmente, su cabello rizado amarrado en una coleta desordenada “Lo de siempre?”
“Por favor, tengo mucha prisa” intentó calmar su voz mientras veía como poco a poco se oscurecía el cielo desde adentro del local.
“Claro” Mía desapareció por unos segundos, regresando con lo mejor que podía ofrecer esa panadería, el cielo traído a la tierra cobrando la forma de un pequeño pan azucarado.
“¿Mucha tarea?” preguntó Mía poniendo el producto en la mesa enfrente de él “Cinco projias”
Lucas metió sus manos, buscando las últimas monedas que se aseguraba que estaban todavía ahí y sacó cinco piedras brillantes “Algo así” tomó la bolsa, dando su cuarta mentira del día. Y recordó lo que había hablado con Regina en la tarde “¿Y tu aplicación a la universidad de Portnarm?”
“Todo va bien, en unos días lo mandaré” la chica sonrió esperanzada, Lucas apenas podía recordar cuando fue la última vez que tuvo esa mirada.
“Crees que logres ir?” preguntó él curiosamente.
“Eso espero, aunque si llego a ir, extrañaré mucho a mi madre y Paola”
“Pensaba que estaría aquí” él señaló, intercambiaba palabras con la hermana de Mía cada cierto número de semanas y la chica apenas levantaba la vista para mirarlo. Lucas esperaba a veces poder hablar con Paola cuando llegara a comprar pan, siempre conseguía unas projias extra para poder pasar a la panadería antes de regresar al bosque.
“¿Querías que ella te atendiera? ¿Ya no soy suficiente?” juntó los brazos e hizo un puchero. Lucas se quedó paralizado, el miedo de que ella se haya realmente ofendido y haya perdido a la única amiga aparte de Regina. Sus nervios se relajaron cuando ella comenzó a reírse moderadamente “Broma, ten, linda tarde”
“Adiós” Lucas salió de la panadería y al ver que los colores del cielo eran más oscuros, comenzó a correr al bosque, sabiendo que el día siguiente no podría comer ya que se había ganado un castigo de su madre.
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