3. La identidad de Mark

 Nos vemos de nuevo en una tercera edición de fragmentos de ángeles, acercándonos incluso más a la publicación de este libro. Los detalles todavía se mantienen en secreto pero no falta mucho para que todo salga a la luz. 


Hoy nos adentramos en la historia de un nuevo personaje, uno especial realmente... bueno todos lo son. Pero este no lo oculta y para no quitar más tiempo... adelante con la lectura.


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Lo último que Mark quería hacer, era entrar a Hojia.


Pero se había quedado sin alimentos y los bosques no tenían la suficiente vida animal para que él se dedicara a la caza. Y tenía nuevo dinero de un pueblo que había salvado hace unos días, entonces podría comprar más tinte azul para su cabello, que sus raíces ya mostraban su cabello natural café. 

 

Mark admiraba la ciudad de Hojia y lo que miles de humanos habían logrado hacer. Una muestra de lo que los humanos pueden hacer si se unen. La escuela ya había iniciado para los jóvenes de la ciudad y los negocios ya se encontraban abiertos. Aprovechando, Mark entró al mercado más cercano y compró provisiones secas, que le durarían unas cuantas semanas y con un poco de dinero que le sobraba, una bolsa pequeña con tinte. Podía internarse de nuevo al bosque y viajar al este, pero quería seguir descubriendo Hojia. Encontrar otra sección nueva de la ciudad próspera del norte.


El peligro no lo molestaba, era demasiado poderoso y los cuchillos en su cintura lo mantendrían protegido de cualquier amenaza. Así que se internó a unos callejones que, a vista de cualquiera, serían peligrosos.


 Mientras caminaba, su espalda lo mataba por la cantidad de telas que tenía usar para ocultar su identidad, necesitaba un lugar donde sentarse y una tienda con una frase en latín lo llamó.


Abrió la puerta y un olor a incienso inundó su nariz, no era algo a lo que estaba muy acostumbrado, así que se tuvo que contener la tos. Libros y objetos de aspecto antiguo se encontraban apilados uno encima de otro, haciendo sentir el sitio como si fuera una pequeña caja. 


“Hola” Mark lo dijo como casi una pregunta “¿Alguien aquí?”


“Bienvenido” una anciana salió de una puerta, se encontraba encorvada con una cantidad enorme de tela cubriendo su espalda “Solo los indicados me encuentran” si Mark pudiera describir una voz como arrugada… sería ciertamente esta.


“Ehm…” Mark empezaba a temer por su seguridad.


“No temas, niño, acércate, acércate” la anciana era una total extraña y Mark normalmente le tenía una tremenda desconfianza a los extraños. Algo tomó control de él… curiosidad o estupidez, pero dio un paso al frente “Dame tu mano” 


Perfecto, una loca creyéndose mágica. Pura estafa con estos locales, Mark estaba a punto de darse la vuelta cuando vio como las capas de tela se caían de su espalda, mostrando dos alas blancas, su esplendor ya había pasado y Mark se encontraba demasiado sorprendido para dar otro paso y salir.


“Puedes quitarte esas telas, somos iguales” dijo ella.


Mark obedeció, dejando caer sus kilos de telas y mostrando sus propias alas, dejándolas descubiertas enfrente de un extraño era completamente nuevo y le daba un sentimiento de desnudez muy incómodo.


“Podía oler un ángel” ella sonrió “Hay algunos en esta ciudad, pero o ni ellos lo saben o se mantienen ocultos de ya sabes quien” dijo refiriéndose a una leyenda, cuyo nombre atemorizaba al mismo Mark “Dame tu mano, un poco de claridad en tu futuro no te haría daño”


“¿Eres una vidente?”


“Antes de la guerra civil, yo era la conexión entre la vida y la muerte, dame tu mano”


Mark había oído de aquellos, sus padres, cuando una vez vivieron en la tierra de los ángeles, le contaron sobre un conducto entre ambos mundos, siendo entrenado desde que se podían manifestar. Siendo de los mayores honores para ellos. Sin dudar, extendió su mano a la vieja, la cual la apretó, una luz blanca saliendo de su mano. 


“¿Cuándo fue la última vez que hiciste esto?” Mark preguntó.


“Cuando una hija de la vida vino por mi camino hace quince años” ella respondió, sin romper su concentración, mientras la luz tomaba forma, volviéndose garabatos que solo ella podía leer “Estás perdido, sin propósito”


“¿Algo que no sepa?”


“No te preocupes por eso, primero vivirás en un lugar feliz al que falsamente reconocerás como hogar, un paraíso perfecto y hermoso” ella se quedó callada viendo como la luz bailaba “Encontrarás un propósito y estarás con los tuyos, pero eso no será un hogar para ti”


“Cuando…” iba a preguntar, pero la voz de la señora lo calló.


“El paraíso se acabará y pensarás en abandonar todo, si lo haces, el futuro cambiará drásticamente para todos. Alianzas tan fuertes como la hoja de tus cuchillos te mantendrán con vida y ahí encontrarás tu hogar”


La luz se extinguió, el fuego en las velas regresando, alumbrando la tienda llena de polvo. Mark jadeaba, reajustando sus ojos a la luz “¿Algo más?” preguntaba necesitado.


“Solo cuando pierdas todo, encontrarás realmente paz” terminó ella.


“Gra-gracias” Mark tartamudeó sus palabras “Yo-”


“Puedes irte, Mark Anguesi, vas en el camino correcto” asintió ligeramente. 


“N-no necesita…” Mark fue a su bolsillo buscando algunas projias, la moneda del norte, pero la anciana le extendió una mano.


“No necesito dinero humano para comer, joven Anguesi” la mujer señaló a la puerta “Recuerda cubrir quien eres hasta que sea el momento”.


Una vez que Mark se colocó sus kilos de tela, finalmente se acercó a la puerta cuando escuchó por última vez la voz de la anciana.


“Y mantén bien en mente, que la paz no es lo mismo que la felicidad, llegará un punto donde tendrás que elegir”


Sus palabras le provocaron a Mark un escalofrío que bajó por su columna. No se despidió y salió de la tienda, acostumbrándose de nuevo al aire libre, todas sus palabras anteriores grabadas en su mente.


Solo cuando pierdas todo, encontrarás realmente paz


Entonces, su estómago rugió y recordó que en la plaza principal se encontraba un café con comida exquisita. Perdí todo hace años y no he encontrado paz, sin duda solo se trató de una estafa barata de un ángel desertor. Pensó él para tranquilizar su mente mientras salía a la calle principal, donde los alumnos ya salían de sus clases.

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