4. Regina, la princesa temida
PRONTO, MUY PRONTO
Bienvenidos al último capítulo de fragmentos de Ángeles, dónde exploraremos a mi tocaya. Una personaje bastante compleja, incluso para mi, la autora. Su capítulo es de los más largos pero de mis favoritos, ya que siento que es el perfecto kickstarter para empezar con esta novela.
No comentaré más sobre Regina, porque muchas partes de ella serían spoilers si las contara, pero lo único que puedo decir es que es de mis favoritas y no porque lleve mi nombre.
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Para ser una princesa, el día de Regina fue la peor de sus pesadillas.
Siendo la heredera del norte de Meudi, por alguna razón, ella era obligada a levantarse con el resto de Hojia y caminar desde el palacio que se encontraba a la mitad de la ciudad. Sus padres, los gobernantes, o reyes sin el titulo oficial, eran tan amados por toda la ciudad que le daba asco a Regina.
Cada desayuno era lleno de lujo, pescado exótico traído desde el sur, láminas de oro, pan recién horneado, todavía caliente y crujiente mientras ella caminaba a su mesa de dos personas, un lugar siempre era ocupado y el otro siempre estaría vacío. ¿Quién diría que una vida de ensueño sea tan solitaria?
Regresando a su dormitorio donde un atuendo ya había sido escogido para ella, procedió a bañarse y arreglarse para parecerse al sueño de toda Hojia, una vez terminada su rutina, ella salió de su habitación. Bajando largas escalinatas hasta llegar a la gran entrada, que para ser sinceros, le podría hacer bien otro baño de oro.
Para su suerte, la escuela donde todos asistían se encontraba a menos de dos minutos caminando, justo en la plaza enfrente del palacio. Así que para Regina, caminar hasta las escaleras del sitio fue cosa fácil.
Regina tenía una reputación tan temida, que siempre que caminaba por los pasillos, cualquiera que camine en esa dirección se hacía a un lado solo para que ella pudiera pasar, todos sabían mejor que ponerse en su camino. Únicamente dos personas parecían no notar su presencia. Dos hermanas platicando y riendo en unos casilleros. Una de cabello rizado y piel morena, bastante popular entre la escuela de nombre Mía Panem y su hermana, lo suficientemente irrelevante para que Regina no se supiera su nombre. La vista de Regina se mantuvo fija en la morena por más tiempo de lo que admitirá. Su atención fue volteada para el único merecedor de su sonrisa: su mejor amigo.
Lucas era fácilmente de los chicos más apuestos que Regina haya visto y agradecía que lo viera como su hermano, ya que si no sería muy diferente entre ellos “¡Lucas!” gritó ella acelerando el paso, una sonrisa reemplazando su rostro normalmente oscuro. Pronto se vio recibida en el abrazo de su mejor amigo y esa era de las únicas.
“Hiciste el análisis de la Oda del Sur?” preguntó Lucas, Regina se apartó algo confundida “Con todo eso del trabajo en el bosque, no tuve tiempo”.
“¿Por qué lo haría?” preguntó ofendida, ella no hacía los trabajos comunes de los estudiantes, ya que al toque de la campana ella era llevada a un salón solitario donde aprendía lo necesario para un día gobernar el norte completo, solo podía ver a Lucas en los recesos los cuales eran más largos para ella afortunadamente.
El día de hoy, aparte de sus lecciones, una hora antes de su receso, un gran bulto de documentos fue colocado en su pupitre haciéndola casi saltar del susto “¿Qué es esto?” preguntó sorprendida.
“Son órdenes y leyes de sus padres, los gobernantes de Meudi” respondió el mensajero antes de darse la vuelta y dejar el salón. Regina inhaló y exhaló tomando la primera hoja, leyendo su contenido y firmando debajo de la firma de su madre, uno terminado, cincuenta-sesenta más por leer y firmar.
Cuanto quedaban diez, su receso había comenzado, y Regina tomó una tabla y puso los documentos restantes ahí, firmando y caminando por los pasillos llenos, sabiendo con seguridad que nadie se atrevería a chocar con ella ni siquiera por accidente. Llegando al salón donde Lucas apenas salía de una clase.
“Tuve que salir temprano, son unas órdenes de mis padres, leyes, todo eso” explicó ella, intentando no distraerse de la ley que estaba leyendo, estando en el último párrafo, firmando una vez que haya terminado “Es lo que ocurre cuando tus padres son poderosos” bromeó con cierto dolor.
“Ha de ser horrible” bromeó Lucas. Regina estaba demasiado ocupada leyendo la nueva ley que necesitaba aprobación “Sigues en una mesa, te vas a cansar si sigues así” Regina dejó que Lucas la condujera ciegamente hacia el comedor, donde al llegar a su mesa, se sentó y esperó pocos segundos a que llegara su desayuno.
Cuando la última reforma fue aprobada por ella, dejó su tabla y comenzó a partir el pescado que había llegado esa misma mañana, todavía fresco por razones desconocidas “¿Y tu almuerzo?” le preguntó a Lucas. Él se encogió de hombros intentando decir que no le importaba, pero el gruñido de su estómago probó lo contrario. Regina partió su almuerzo a la mitad, una parte del pastel para él, una parte de las verduras, una parte del arroz y una parte del pescado.
La vista de Regina exploró toda la cafetería, decenas de alumnos desayunando, platicando y haciendo tarea o llenando formularios, ese era el caso de Mía Panem, sentada junto a su hermana, escribiendo en varias hojas de papel, al parecer, dejando firmas y escribiendo su nombre. Tal vez esté llenando formularios para irse al sur.
“Mía es una buena persona” la voz de Lucas la trajo de regreso a su mesa.
“¿De qué hablas?” preguntó ella regresando a su comida.
“Es una amiga mía, su madre tiene una panadería a las afueras de la ciudad, pasó todos los días por algo nuevo, tiene un olor que puedes distinguir desde kilómetros” la simple mención de caminar después de la plaza central hizo que Regina le lanzara una mueca.
“¿Tú crees que yo iría a comprar mi propia comida?” Una pequeña risita se escapó de Lucas y regresó a su platillo. Regina no le dio otro pensamiento a todo lo que había mencionado su mejor amigo y solo esperó a que el receso acabara para poder regresar a su salón propio y poder estar sola por el resto de la mañana.
Más lecciones de leyes, historia y planeación militar siguieron, a diferencia de la opinión de sus padres sobre la guerra, Regina consideraba la planeación militar como un verdadero arte, mandar el menor número de soldados en la formación correcta para crear más bajas al enemigo.
Pero todo buen día tenía que llegar a su fin.
Mientras caminaban a un café cerca del palacio, Regina le contaba a Lucas todo sobre una nueva estrategia de batalla que había producido, Lucas escuchaba pacientemente y daba el contraataque, sus tonos eran tranquilos sobre quien mataba a más personas con un menor número de bajas para su propio lado.
“Tu primer error fue poner la tienda del general en esa esquina, cuando mis soldados rodeen de los tres flancos, se verá en la decisión de ceder o morir” dijo ella mientras se sentaba en la mesa.
El café se encontraba en el exterior y contaba con muy pocos clientes, una mujer y su pareja, una familia, otra pareja y un extraño joven de cabello azul. El suficiente silencio para disfrutar a gusto una comida.
“Lo dices como si mi general no supiera pelear y no tuviera un batallón extra protegiendo su salida, usaste todos tus soldados para destruir mi ejército, pero mi general huirá y recolectará el doble de tropas para atacar a las tuyas que van a estar descansando. ¡Gane!” celebró silenciosamente para no interrumpir el ambiente de la pequeña cafetería “Aunque estuvo buena tu estrategia, igual me la robo”
“¿Para qué te la robarías?” preguntó Regina confundida.
“Pues para estos juegos, siempre me gusta usar la de siempre, que leí en la biblioteca” Lucas dijo “Pero improvisar un poco no hace daño”
“Lo que tú digas” Regina regresó a un libro que estaba leyendo, parte de su tarea de historia, más estrategias militares, segundos después, pan caliente llegó a su mesa y con un café empezó a comer, la comida sería servida más tarde y ella estaba hambrienta.
Un pacifico momento de silencio, ella, un libro, comida. Todo eso fue roto por Lucas con un comentario “Sabes, el pan de la panadería Panem está mejor”
El comentario de su amigo hizo que ella bajara su libro, una notable molestia en su rostro, Lucas había hablado suficiente con todo eso de la panadería Panem e intentar hacer amigos “¿Podrías parar? No tengo ni idea de que quieres decir con todo eso de la panadería Panem”
“Tus padres te quieren mandar a la universidad de Portnarm y no te vendría mal conocer a alguien de Hojia cuando estés ahí, podrían intercambiar cartas cuando ella se vaya y aprenderías de como es el sur antes de que llegues, te evitarías errores” Lucas sugirió. Aunque tuviera un poco de razón, el hacer a un amigo fuera de él no le aterraba a ella, pero no tenía ganas por ciertas razones que se llevaría a la tumba. Pero tenía un punto y no podría matarla, intentar “Tal vez podría intentarlo”
Cuando acabaron sus tareas respectivas, jugaron de nuevo el juego de batalla, esta vez, Regina ganó, pero sospechaba que Lucas le había dado la victoria. Lucas tuvo que irse, ¿dónde? Nunca le decía y Regina entendía la importancia de los secretos. Su cabeza dio vueltas a las palabras de su amigo y se decidió a hacerlo ¿Qué era lo peor que podía pasar?
Escribió una nota, no se la entregaría, era para que ella misma recordara que decir, hablar con otro humano era difícil para Regina, aunque sonara extraño pensarlo. Y se encaminó a donde nunca había ido. Las afueras de Hojia, cerca del bosque, donde al atardecer, el aroma más exquisito del mundo se hacía presente. Nunca se lo admitiría, pero Lucas tuvo razón.
Se escondió detrás de un arbusto, esperando a que Lucas salga. Una princesa en su propia ciudad escondiéndose, esperando a que un súbdito común y corriente salga, el chiste se contaba solo. Una vez que Lucas salió de la panadería y entró al bosque, Regina se asomó en la ventana, viendo como Mía Panem atendía a algunos clientes, se tomaba un respiro y miraba al ventanal.
Antes de que la pudiera ver, Regina huyó al mismo arbusto, y justo a tiempo ya que su hermana, Paola Panem, llegaba a la entrada, demasiado despistada para haberla visto antes, pero lo suficientemente perspicaz para notar el papel en el suelo. En pánico, Regina checó sus bolsillos y la nota había desaparecido.
Regina había escrito un pequeño discurso, para guiarse y no dejar ninguna palabra a la suerte, así que Paola sabía exactamente que decía esa nota. La curiosidad de Regina fue reemplazado por un sentimiento de shock, cuando vio que Paola frunció el ceño y destruyó el papel en mil pedazos, guardándolo en su bolsillo y entrando con una sonrisa a la panadería para ver a su amiga.
Paola eligió el camino de la guerra y Regina era una maestra en estrategia.
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Y con eso, acaba la sección de fragmentos de ángeles, al menos la parte sobre estos personajes. Cuando toque introducir más personajes importantes, aquí verán su propio fragmento y tengo que dejar de hablar o sino se me saldrá algo.
Manténganse atentos que en estos días, podré dar portada y fecha oficial de lanzamiento en digital. Así es, digital. Prometo que habrán copias en físico, pero estense pendientes y guarden un poco de dinero para este libro.
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